¿Qué sucederá después del 13?, pregunta la nota (LA GACETA, 02/08). El 13 es número de mal agüero; y si está ligado a un día martes, peor. No en este caso; pero lo mismo nos hará temblar, y no precisamente de frío. Después de tantos años de errar el bote, seguro nos invadirá de lleno la ansiedad. Ansiedad de haber votado lo bueno, lo correcto. A borrar el desencanto. A suavizar las arrugas de la frustración, ya inveteradas. Quizás luego logremos una sonrisa de satisfacción, de relax. Democráticamente hablando, convengamos que estamos aplazados. Pero ¿Por qué? ¿Nos cuesta tanto aprender una lección? ¿De qué nos sirve tanto agudo desencanto, si no para pararse y decir: “Hasta aquí llegamos. Ya basta”? Mostremos que ya estamos hartos y va en confirmación un buen, sano y responsable voto, a tono con la formación cívica recibida. Y que Dios nos ayude.

Darío Albornoz

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